Que la noche de San Juan, el 24 de junio, en pleno solsticio de verano está
llena de magia, nadie lo ha dudado nunca, ni las culturas pasadas ni
las gentes actuales. También en Aragón, como en todas partes, se
encienden hogueras: unas veces comunales, otras de un barrio, otras, en
fin, más discretas, en el jardín, el huerto o la era de la casa. Se
canta, se bebe, se salta por encima del fuego como reminiscencia de
dances antiquísimos.
En
Gistaín, al oscurecer del día 23, un hombre de cada casa tenía que
subir a la “Planeta de la Falla”, a donde el alcalde hacía el
llamamiento, de modo que los ausentes tenían que pagar una multa.
Después de encender una gran hoguera, cada uno de los asistentes
encendía en ella su antorcha y bajaba al pueblo para llevar la llama a
su casa.
En
Plan, la bajada tenía carácter de competición, siendo ganador el
primero que llegaba al pueblo. El recorrido de San Juan de Plan era
desde el camino de San Mamés hasta el cementerio, y el primero que
llegaba con la tea encendida recibía un premio.
Al
vencedor le entregaban unas alpargatas nuevas haciendo referencia,
según comentan en el pueblo, a que llegaba con las alpargatas gastadas
por su carrera para informar que la búsqueda de San Juan por el bosque
había sido infructuosa. Según creencia popular, al salir el sol, en el
día de San Juan, se ve la “Rueda se Santa Catalina”.
En el valle de Benasque, muchos pueblos tienen lugares expresos para encender las fogatas.
Les dan el nombre de foros y así dicen el Foro de Eriste, el Foro de Vilanova, etc.
Normalmente, hacían dos foros, que
eran montones de “archelaga”, fajos de paja de centeno sin trillar, o
en teas untadas de resina, clavados en un palo. Tenía que aderezarlos el
último hombre del pueblo que se había casado. Luego, se encendían por
la noche: eran las fallas. Lo
chicos subían con una vela para encenderla en la falla y bajaban a
apagarla en la plaza. El alcalde daba trago de vino. La ceniza que queda
de la hoguera de San Juan, hay que guardarla para esparcirla por los
campos y evitarles de esa manera las granizadas.
En muchos lugares, celebraban la Sanjuanada y la Santiagada (un
mes después) con ritos idénticos, esencialmente las hogueras. Las
encendían en las afueras y existía verdadera emulación en fuego,
alboroto y alegría.
Para
las segundas, el grito se ve que era “¡San Chorche y al trago!”. Esta
hogueras, darían protección a los lugares, hasta el próximo solsticio de
verano.
El
mismo papel de protección consigue el Ramo de San Juan, extendido por
todo Aragón. Se hacía con siete hierbas cogidas en esa noche (malva,
sauco, rosas, espliego, tomillo, hierbabuena, romero…). Al día siguiente
se llevaba a la iglesia a bendecid. Luego, se guardaba en casa y cuando
había tronada se echaban yerbas del ramo al fuego. Además, sus
infusiones eran valiosas para muchas enfermedades, especialmente de los
animales. Las
hierbas medicinales tienen mayor virtud si están recogidas precisamente
en la sanjuanada. Si se lleva un ramico de “gabarrera” (rosal
silvestre, “tapaculos”) cuando hay tormenta, aseguran en Sahún, no hacen
nada las centellas de la tronada porque la Virgen está debajo de una
“gabarrera”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario